EL PUNTAPIÉ INICIAL
Es sabido que ningún plan nacido en la
madrugada y en compañía de Fernet puede fallar pero… ¿Y si lo que nace no es
solamente un plan?
En este paréntesis entre el mar y los Andes
que se hace llamar Argentina, todos tenemos un amigo cualquiera con el cual
juntarnos un sábado común a tomar una bebida regular. Es la ley de la vida, el siglo XXI así lo
impone. Infinidad de noches pueden pasarse en compañías más o menos profundas,
más o menos circunstanciales. Pero siempre va a existir alguien, ese único ser
en el “peloto” terráqueo (ya aclararemos en el debido momento porque esta transformación
del termino “globo”) con el que se puede compartir solamente lo mas importante.
Y ahí es donde aparece Drumond: Desfachatado, elocuente, novio de su novia, un aguerrido
de las causas perdidas pero por sobre todas las cosas, futbolero. Hasta acá
nada fuera de lo común pues quien haya llegado hasta estas letras tiene
algún interés legítimo por este deporte. Lo importante es diferenciar a Drumond de los demás tipos “futboleros”.
Porque existen diferentes clases dentro de este gran rebaño en el que estamos inmersos y una de las grandes metas de la vida (además de tener un pichón de crack, plantar un arco y relatar un gol) es encontrar a alguien con quien poder pensar al mismo tiempo que “era pase atrás”, que los equipos grandes no pueden jugar con doble 5, que ya no hay marcadores de punta como los de antes. En fin, su alma gemela en el verde césped.
Porque existen diferentes clases dentro de este gran rebaño en el que estamos inmersos y una de las grandes metas de la vida (además de tener un pichón de crack, plantar un arco y relatar un gol) es encontrar a alguien con quien poder pensar al mismo tiempo que “era pase atrás”, que los equipos grandes no pueden jugar con doble 5, que ya no hay marcadores de punta como los de antes. En fin, su alma gemela en el verde césped.
Se apuraba el tercer “negro” (Así vamos a
llamar a la famosísima infusión de origen milanés a partir de ahora) de una
noche de lluvia, ni media estrella asomaba y las oportunidades de salir a levantar
algo se esfumaban para mí, temiendo una jornada donde el alcohol y el resumen
deportivo que acompañaba en la TV, acabaran con todas mis ilusiones. No se si
fui yo, queriendo sacar un tema de lo mas abstracto para anteponerlo a un tema
de lo mas concreto como eran los
resultados de aquella fecha nefasta para mi equipo, o fue Drumond, cuando una de aquellas copas de mas solían ponerlo un tanto filosófico. Haya sido de tal o cual
manera la pregunta que se instaló en aquél ya lejano living de mi casa, retumba
hasta hoy: “¿Qué es el fútbol para vos?"
De un momento a otro todo se envolvió en un silencio y todo lo ameno que había sido
el living de la casa de mis viejos se convirtió de un golpe en una marejada, un
río revuelto que nos incomodaba cada vez mas. Nos miramos, y yo no se si fue la
mamúa o el nerviosismo pero me empecé a reír como un recién salido del hospicio.
Lo de Drumond, también pareció ser producto del alcohol, pero fue en forma muy
diferente, se lo notaba pálido, como queriendo vomitar, sin poder aguantarse el rechazo que le
producía su silencio y el mío. En ese preciso instante nos dimos cuenta de
todo. Aquello que había sido el contenido de nuestras discusiones, la razón de miles
de alianzas, nuestras referencias de la infancia y aun más, todo aquello de lo que nos jactábamos de conocer a la perfección había desaparecido.
Por primera vez fuimos conscientes que no sabíamos lo que significaba el fútbol y por lo tanto, no sabíamos quienes éramos.
En plena crisis de identidad mutua Drumond se despertó de su trance, que solo le produjo un leve arcada, se desanudo del
vaso con una velocidad que le era realmente impropia y soltó el puntapié
inicial que le dan motivo a estas líneas.
No se podía hablar de un plan, como aclare
antes, porque seriamente no existía nada parecido. Debíamos dejar todo, realmente todo: Nuestras familias, amigos, comodidades y vidas aparentemente
ordenadas en el desorden de la ciudad. Era una expedición, un viaje, que aunque
fuera de miles de kilómetros, no era mas lejos que dentro nuestro. Nuestra identidad se decidía por penales y no
podíamos negarnos.
Iríamos a buscar lo que éramos por las
rutas del país. Visitando cada rincón de la Argentina para que nos ayudara a
descifrar que es lo que significa el fútbol en nuestras latitudes, como se lo
vive en cada punto de una república tan extensa como diversa y así, metamorfoseándonos
con las experiencias recogidas podríamos encontrar la seguridad de lo que
realmente significa nuestra razón de estar en este mundo.
Así fue como una buena mañana de Marzo,
después de una larga y particular despedida por parte de nuestros seres queridos,
todavía muy desorientados por nuestra intempestiva partida, despegamos en “El corsario” (Que lejos de ser un caballo,
era una Chevrolet Corsa modelo ´98) con el rumbo fijo en poder reconocernos al
final del camino como lo que somos y a su vez haber hecho lo que nos siempre
quisimos: vivir con, por y para el fútbol.
Por Sarra
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