martes, 7 de mayo de 2013

¿DÓNDE ESTARÁ MI BANDERA?

“…Muchas veces fui preso y muchas veces llore por vos.”

-¿Su nombre?
-Oficial… Le digo que no tuve nada que ver.
-¡Dígame su apellido!
-Torres, Damian Torres. Déjeme explicarle, es todo un malentendido.
-Ya va a tener tiempo de “chamuyar”, como dicen ustedes, mientras tanto espere en la celda.

¿Por qué no le abre hecho caso a Adela?  Las tías tienen eso de perceptivas  que te avisan que la vas a pasar aun antes de caer en la volteada. En Pergamino se deben estar comiendo  un regio cordero y yo acá, con el ojo en compota y con  esta sensación que me carcome los sesos ¿Dónde habrá quedo la bandera?

El calabozo era una cueva indigna hasta para un asesino serial. Las paredes  grises y el cóctel de olor a desinfectante con humedad podían matar a cualquier chileno más o menos pulcro que se encuentre a varias cuadras a la redonda. La monotonía de la pequeñísima prisión se moría en un cartel que rezaba “Carabineros de Chile”.

Alberto, el tipo mas sabio que conocía, me había contado sobre ellos. Eran bravos en serio. Ya en su época, tiempos de las primeras epopeyas del Independiente de Avellaneda, la policía trasandina era digna de temor. Si le había contado hasta el hartazgo de aquel partido contra Colo – Colo. Corría el año 1965, el rojo ya era campeón de América y amagaba con repetir, pero ese era un partido que pertenecía a una de esas giras en las que no se juega por nada, solo para mostrar la copa y decir “Acá esta el mejor”. El Acceso ya había sido medio complicado pero no hubo demasiado lío   Complicado, lo que se dice complicado, fue haberlos goleado. Les pegamos un peludo bárbaro, algo así como 4 a 0,  los dos primeros de Bernao y los otros del petiso Mura, o al revés, ya ni el viejo se acordaba al narrarlo, pero de lo que si se acordaba, era de los palos que se tuvo que bancar a la salida por seguir a su equipo a todos lados, los mismo machetazos que me había comido yo la noche del calabozo por idénticas razones.

Es ley de la vida, los machucones desaparecen con el tiempo, los antecedentes policiales no eran problema en un país que no era particularmente de su agrado y al que, en la medida de lo posible nunca mas volvería a pisar, pero había algo, algo que lo molestaba, una idea que no podía sacarse de la cabeza hasta el momento en que obtuviera su tan ansiada libertad ¿Dónde habrá quedado la bandera?

-Torres, venga para aquí.

Intento levantarse. El dolor de cabeza era realmente punzante. Hizo otro intento, esta vez consciente de que si no lo lograba el carabinero lo haría aplicando “sus métodos”. Gracias a dios nada de eso hizo falta y Damián alcanzó la verticalidad de un solo salto. Le ordenaron que entre a una oficina (No mucho mas alegre que la celda), lo invitaron a sentarse. En frente suyo, un morocho con cara de no haber dormido hace un siglo, un paquete de galletitas de agua y una Olivetti que dentro de poco pasaría a ser pieza de museo y nada más.

-Ahora si… ¿Torres me dijo? Chamuye, total, solo eso saben hacer ustedes.
-¿Dónde tienen mi bandera?- Dijo como un autómata al que le dieron cuerda.

El policía lo miro atónito. A Damian no se le movía un musculo, tenia la vista fija en la Olivetti sin pensar en lo que decía.

-¿Usted no entiende la gravedad del asunto no Torres? Nosotros podríamos molerlo a golpes aquí mismo, tirarlo del otro lado de la cordillera y usted me pregunta por su huevona banderita. ¡Argentino hijo de puta! 

El carabinero transformó la cara somnolienta por una ferocidad que se notaba en los ojos que saltaban de su ubicación ordinaria.
Damián volvió en sí, aunque nunca dejo de pensar en la bandera. Esa bandera que habían hecho con tanto esfuerzo con los muchachos de la peña, la más antigua de los diablos rojos. Sabia que para salir de esa situación debía usar otra estrategia.

-¿Sabe una cosa oficial? Ya me habían contado como serian las cosas por acá. Me habían contado de sus métodos, como son ustedes y como remarcan sus actitudes cuando viene alguien de mi país de visita. ¿Y sabe que mas? También sabía que iba a terminar frente a usted solo por seguir a mi equipo. Usted va a creer nuestras diferencias son histórica y  culturalmente irreconciliables  y un poco lo entiendo. A la gente como usted les gusta hacer sentir el rigor golpeando con palos, a nosotros con nuestras voces, alentando hasta morir. A las personas como usted les encanta hacer sentir la localía con abusos, la gente como yo prefiere hacerlo llenando el estadio. Los de su clase aman mostrar superioridad en la calle, nosotros la preferimos dentro de la cancha. La gente como usted cuenta la historia en cantidad de muertos, los míos lo hacen mostrando trofeos. Y que quede bien claro que eso no es cuestión de nacionalismo, allá en mi país hay muchísima gente como usted, personas que realmente no saben lo que defienden, por eso lo hacen con violencia. Se apasionan por su tierra de una manera feroz, avasalladora, casi salvaje. Eso no es una pasión, Oficial, la pasión se defiende con alegría, desde el corazón, con el grito que viene del alma, con el color impregnado en la piel. La pasión nunca lastima muy por el contrario, ella contagia. ¿Ve la bandera que tiene colgada ahí? Es muy linda si me permite el piropo, pero yo veo que para usted es solo  es un pedazo de tela que…

El golpe certero que el carabinero se venía aguantando impacto de lleno en el ojo izquierdo de Damián.

-Mire oficial… Usted podrá pegarme todo lo que desee pero eso no va a cambiar lo que le intento explicar, porque dudo que usted sepa realmente lo que es una bandera pero… No importa. De todas formas no nos vamos a poner de acuerdo. Para mi la bandera significa haber viajado mil doscientos kilómetros, haber traído un poco de mi pago hasta acá, sentir la misma sensación que siento al jugar en Avellaneda con el estadio repleto, morir de angustia cuando se juega mal y renacer cuando se hace un buen partido. La bandera es lo que no te pueden sacar cuando te quitaron hasta lo bailado.

En ese instante suena el teléfono de la oficina. El oficial, ya un poco más calmo atiende y escucha; asiente con la cabeza como quien memoriza ordenes de suma importancia. Al colgar el tubo suelta un suspiro.

-Supongo que le ordenaron que me libere. ¿Usted pensó que yo era de esos no? Aquellos violentos que son pandemia en mi país, con un frondoso prontuario y escaza cantidad de escrúpulos.  Se equivoco, no soy de ellos y deseo que no lleguen aquí nunca en la vida. Realmente no se los deseo a nadie.  En fin, creo que voy a dejar de aburrirlo. Realmente fue un placer oficial y de corazón espero que encuentre una verdadera pasión, es lo único que nos da combustible real y nos llena bien adentro… Ah, una cosita mas, si no es mucha molestia, no podía preguntar por el Handy, quizás alguien sepa ¿Dónde andará mi bandera?

Por Sarra

3 comentarios:

  1. ¿Es una experiencia personal?, o es ficción.
    Sea lo que sea, me ha encantado, como diría uno de la fruit company, responsables en última instancia del golpe ¡amazing!.
    Enhorabuena.
    Saludos.

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    1. Gracias a Dios es solo ficción pero sabemos que estas cosas ocurren y desde acá siempre las repudiamos.
      Gracias por tus elogios. Esperamos que nos sigas leyendo. Un abrazo.

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