miércoles, 17 de julio de 2013

SEÑORES, YO DEJO TODO: Polémica en el hostel

Viajar es, sin duda alguna, mirarse en un espejo para conocerse mejor. En eso, o algo parecido, pensé mientras me dejaba reflejar en los cristales que adornaban la lúgubre barra de aquél hostel neuquino. El salón llamaba la atención por su candidez difusa, pues no se terminaba de definir como “comedor familiar”, y aún más lejos estaba de ser una taberna donde los obreros concurren a ahogar penas. A lo lejos, casi indiferente, la voz del gran Julio Sosa campeaba el aire haciendo de “Cambalache” un puente sensorial hacia las pampas ahora tan lejanas  y tan entrañables para mí.

Hacia apenas media hora habíamos arribado a la provincia y, como ya era costumbre, nos instalamos precariamente  en la habitación antes de hacer cualquier otra cosa. Cuando al final los bolsos estuvieron en su sitio, bajamos a buscar unas copas. Allí, mientras esperábamos  con la paciencia que nos regalaba saber que solo estábamos de paso y no había ningún partido que revista un interés considerable, nos propusimos a modo de juego irracional, intentar adivinar que patrón lógico seguía la secuencia en que las botellas estaban acomodadas. Obviamente el análisis se veía frustrado debido a que Guillermo, nombre al que respondía el barman, retiraba las botellas una y otra vez haciendo mayor caso a los pedidos de los clientes que a respetar nuestro particular divertimento.  Otra vez haciendo uso de los espejos, esta vez por un motivo considerablemente menos profundo,  llegué a divisar algo que en principio parecía un mero espejismo.  Di la vuelta para revisar todo el salón convenciéndome de que no había visto a nadie que pudiera a conocer, y dado que el tercer Fernet fenecía en nuestros vasos, me incline por atribuirle a este mi mala vista. 

El juego se había interrumpido otra vez, Guillermo no tuvo mejor idea que retirar el Beefeater justo cuando íbamos a revisar su graduación alcohólica, atribuyéndole a esta la posibilidad de funcionar como patrón de la secuencia, cuando una mano toco mi hombro.

- ¿En que andan los muchachitos?

Era él. Mi vista, un poco maltrecha a causa del alcohol no me había traicionado.  El pelo enmarañado, la barba de dos días, el aro de brillo en la oreja izquierda. Como un fantasma Lucas se apareció ahí, frente a nosotros en aquel modesto hostel de Neuquén.

- ¿Nos estas persiguiendo? – Fue lo primero que atine a preguntarle antes de hacer los abrazos de rigor.
Lucas era un viejo amigo de nuestro pueblo. En una época pasamos noches gloriosas en su casa, siempre abierta para quien quisiera pasarla bien. Estuvimos a punto a de invitarlo en nuestro viaje, pero por esa época él estaba con algunos problemas legales que pudo resolver rápidamente pero nosotros no teníamos tiempo que perder.

Yo realmente recordaba con muchísimo cariño aquellas veladas donde nos reíamos hasta que nos doliera la panza pero algo que también disfrutaba, en el mayor de silencios, era las acaloradas discusiones futboleras que históricamente mantuvo  con Drumond. Hacían falta solo unas gotas de alcohol y que un marcador de punta no pasase bien al ataque para que la contienda dialéctica tomara fuerzas impredecibles. Yo, dotado de mi innata maldad y también algo aburrido luego de que Lucas nos explicara un extraño negocio que estaba desarrollando  en no se que en represa, para vaya a saber uno que empresa. Cuando las preguntas de rigor sobre aquello, sumado a algún interés superfluo por la actualidad de su familia quedaron acabadas, puse mi plan en marcha. Aprovechando que la Copa Libertadores habían arrojado a sus finalistas recientemente no tuve mas que remitirme a eso para que todo estallara por los aires:

- ¿Viste la semifinal de la Copa? Justo ayer comentábamos con Drumond lo pecho frío que es el 10 de los azules.

Pecho frío. Sólo eso. Una expresión, dos palabras. La chispa necesaria para encender la discusión al extremo. El termino había sido elegido a la perfección porque…. ¿Qué es ser pecho frío?
Lucas, incisivo como siempre, dijo que no, que como podíamos decir eso, que estuvo perfecto por donde se lo mire, que nosotros no sabíamos nada. Drumond saltó en nuestra defensa, que en realidad era su defensa, ya que yo en ningún momento me sentí aludido y sólo me limité a disfrutar del espectáculo acodado en la barra. Mi compañero completó su “speach” alegando que en realidad todos los enganches eran unos pechos fríos, respondían a un puesto que era impropio del futbol moderno necesitado de gente sacrificada y con destreza física. 

Yo era consciente que ese comentario había calado hondo en el corazón de Lucas pero nunca imaginé que también lo haría en el de todos los atentos clientes del bar que escuchaban los argumentos de los dos oradores. Todos parecían con ganas de opinar, de estar hablando por lo bajo entre ellos, tomando partido por uno u otro según sus convicciones.

- ¡No podes estar diciendo eso! La historia de Argentina se forjó haciendo gala de los enganches. Todos los que están acá te pueden nombrar quienes son. Sin un enganche nunca vas a poder organizar el equipo ¿Y las pausas? No creo que los “bielsistas” puedan entender eso nunca.

Ese último comentario resulto lapidario. Las voces de todos los clientes ya eran casi tan altas como la de Lucas al pronunciar esas palabras. Hasta yo me sentí algo ofendido, pero me pude abstraer al escuchar a Guillermo que, desde atrás de la barra, enumeraba una cantidad de enorme de “armadores de juego” que habían sido el ADN de nuestro futbol y nadie en su sano juicio podía juzgarlos de “pechos fríos” o de alguna ignominia semejante. De contestarle a Guillermo se encargó un señor muy alto que tomaba una cerveza local desde que arribamos al lugar. Para él, era una falta de respeto que se lo injurie a un tipo como Bielsa, un revolucionario a nivel mundial que siempre entendió al juego de una manera dinámica y trabajada sin descuidar el aspecto ofensivo, sin duda su gran obsesión.  

Un tercero, quizás el mayor de todos aquellos, haciendo uso de la impunidad que ofrecen los años, insultó a estos últimos vociferando una cantidad enorme de argumentos inteligibles sobre la conveniencia de un fútbol mas metódico y defensivo, la verdadera clave para lograr resultados positivos tanto ahora como en cualquier época que se haya practicado el futbol.

Por si el griterío que en un momento se desató en el salón fuera poco, todo devino en escándalo en el momento en que, sin previo aviso, voló un cenicero que impactó directamente en la secuencia de botellas misteriosamente ordenadas. Las esquirlas no llegaron a lastimar el cuerpo del barman que, al cerciorarse de tener todos los órganos en su sitio, saltó de la barra al encuentro de su agresor quien lo recibió en guardia listo para un combate cuerpo a cuerpo.

 Todavía agradezco que Drumond se haya iluminado encontrando una vieja salida de emergencia que nos permitió escapar de aquella batalla campal. Cuando subimos a nuestra habitación, le prestamos una muda de ropa a Lucas que había sido bañado por las botellas rotas. Cuando terminó de cambiarse, quisimos bajar para enterarnos como había terminado todo pero no pudimos ya que volvimos a reír hasta que nos doliera el vientre como en aquellos tiempos.

Al día siguiente, fuimos citados a declarar a la seccional cuarta de Neuquén. Luego de una noche larguísima que tuvo como motivo el reencuentro con nuestro amigo acudimos a la comisaria en un estado realmente calamitoso. Luego de hacer nuestro descargo, el policía nos pregunto no menos de seis veces a cada uno si ese había sido el verdadero motivo de la pelea, a lo que Drumond ya harto contestó:

- Oficial, usted y yo sabemos que el fútbol da para discutir toda una noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario